No es oro todo lo que reluce. Si a alguien se le ocurre la fantástica (fanática) idea de ir al cine a la sesión de las 16 horas de un sábado, pensando que no habrá gente...¡se equivoca muy mucho! Y si además, el susodicho individuo padece fobia a las multitudes y a las muchedumbres, como es el caso de un servidor, peor. La sesión de las 16 horas es la destinada a los niños. Ese espécimen que debe estar en casa a las 20 horas y que durante una pinícula hará saber al respetable que se aburre, en reiteradas ocasiones. Si alguien se atreve a cruzar el umbral que denuncio, que se cure en salud y se prepare para estúpidas coletillas de la serie de moda que estropearán cualquier atisbo de clímax, ruido de palomitas, pipas y chicles. Y si a alguien le condena el destino a acompañar a un hermano, primo o hijo (protección, my friend), siempre puede optar, como hizo la mujer que se sentó a mi lado en mi última sesión infantil, por colar varias cervezas y racionarlas para que te hagan el trago más fácil de pasar.
domingo, 20 de mayo de 2007
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